sábado, 16 de diciembre de 2017

REALIDAD

REALIDAD La realidad no se disipa como se disipan los sueños. Ningún murmullo, ningún timbre la dispersa., ningún grito ni estruendo la desgarra. Son opacas y confusas las imágenes de los sueños, lo que se deja explicar de muchas maneras diferentes. La realidad es realidad y ese es su mayor misterio. Hay llaves para los sueños. La realidad se abre sola y no se deja cerrar. Certificados escolares y estrellas se esparcen de ella, mariposas y almas de viejas planchas, se desparraman, gorras sin cabezas y cráneos de nubes.
De todo ello surge un acertijo imposible de resolver. Sin nosotros no habría sueños. Aquel sin el cual no habría realidad es desconocido, y el producto de su insomnio se contagia a todo aquel que se despierta. No son delirantes los sueños, la realidad es delirante, aunque sea por la terquedad con que se aferra al curso de los acontecimientos. En los sueños aún está vivo nuestro recientemente fallecido, gozando de buena salud y la juventud recuperada. La realidad deposita ante nosotros su cuerpo sin vida. La realidad no recula un solo paso. La volatilidad de los sueños hace que la memoria se los sacuda fácilmente. La realidad no teme al olvido. Es un hueso duro de roer. Pesando sobre nuestros cogotes pesa en el alma, se nos enreda bajo los pies. No hay escapatoria porque nos acompaña en cada huida. Y no existe la estación en la ruta de nuestro viaje, donde no nos espere.

Wislawa Szymborska (Fin y principio, 1993)

sábado, 16 de septiembre de 2017

LA CARACOLA







Dentro de esta caracola
ruge un mar contra una playa
en la que quizá alguien haya
hallado otra caracola
que ahora se acerca al oído
para escuchar el rugido 
de las paulatinas olas
que se rompen en la playa
en la que quizá alguien haya
hallado otra caracola, 
que alguien como yo se acerca
al oído y oye terca
cómo rompe la mar sola
sus olas en otra playa
en la que quizá alguien haya
hallado otra caracola.
Y así dentro de cada una
otra playa y otro abismo.
Y quizá nosotros mismos
—este mar con esta luna—
estemos dentro de alguna
caracola colosal
que alguien se acerca al oído
para escuchar el sonido
que hace nuestra soledad.


Juan Bonilla "El belvedere"



lunes, 28 de agosto de 2017

Las alegrías y las pasiones

Si tienes una virtud, hermano, y esa virtud es tuya, no la tienes en común con nadie. Comprendo que quieras llamarla por su nombre, acariciarla, tirarle de las orejas, entretenerte con ella. Pero entonces tienes que compartir su nombre con la gente, convirtiéndote en gente y en rebaño. Más te valdría decir: "lo que tortura y llena mi alma de dulzura, y lo que es incluso el hambre de mis entrañas, resulta inexpresable y carece de nombre."  Tu virtud debe estar muy por encima de la afinidad de los nombres, y cuando tengas que hablar de ella, no te dé vergüenza hacerlo balbuceando. Di, pues, balbuceando: "Éste es mi bien; esto es lo que amo; así me gusta, sólo así quiero el bien. No lo quiero como el mandamiento de un dios, ni como norma o necesidad de los hombres: no quiero que sea para mí una guía hacia mundos ultraterrenos y paraísos. La virtud a la que amo es una virtud terrena, que tiene poco de razonable y menos aún de colectiva. Ese pájaro ha construido su nido en mí; por eso lo quiero y lo estrecho en mi regazo. Ahora está incubando en mí sus huevos de oro." Así debes hablar, balbuceando, cuando alabes tu virtud.

Así habló Zaratustra

Friedrich Nietzsche